Salmo 92:5
No tengas miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día.
¿A qué le tienes miedo? ¿Conoces tus temores más profundos? Como adultos hemos aprendido a superar o, muchas veces, a ocultar estos miedos. Por otro lado, los niños demuestran sus emociones tan cual las viven. Y es por eso, que quisiera contarles lo que aprendí acerca del miedo a través de los ojos de mi hijito de tres años.
Era una tarde de Halloween, mi pequeño jugaba con sus primos. Sonó el timbre y como antes había visto a niños que pedían dulces vistiendo inocentes disfraces, el abrió la puerta. Acto seguido oigo un grito aterrador, corrí y solo vi unos zombis adolescentes atónitos a la puerta, mientras que mi hijo había huido. Lo encontré al fin, en posición fetal, tras una puerta. No reaccionaba, yo desesperada lo acunaba en mis brazos… así pasaron eternos minutos hasta que soltó el llanto que duró media hora. Parecía no escuchar mis palabras, mis oraciones, no sentir mi amor, desconectado parecía sufrir intensamente en su interior. Por fin se calmó, pero pasaron años de acompañamiento, consuelo, oración y amor para que descubriera que ya no sentía miedo.
Lo primero que aprendí es que en un momento podemos estar bien y al próximo, un repentino golpe de miedo nos puede paralizar al punto de sentir que podríamos morir. Segundo, la desconexión física y emocional es tal que nos aísla de nuestra fuente de amor y paz, y pareciera que no hay forma de volver a conectarnos. Y tercero, como mamá, hubiera dado lo que fuera para hacerle ver a mi hijo que desde mi perspectiva lo que lo aterraba, tenía solución y que, en su caso, no era un peligro real. Pero para una persona asustada la amenaza lo es todo.
El temor es intrínseco al ser humano, pero en este salmo vemos que el poeta está confiado en que si está conectado con Dios y si el Padre está en control, nada de lo que suceda le provocará temor porque Su perfecto amor echa fuera el temor. Esta seguridad se arraiga en su cercanía al Padre, dando lugar a cultivar esa confianza total.
Al igual que es salmista, ¿puedes mirar a tu Padre a los ojos y confesarle tus miedos? Imagínate como un niño acunado entre sus brazos y al volver a leer el versículo, ¿puedes recibirlas como Su consuelo directo? Piensa que está diciéndote, “No temerás… porque Yo estoy contigo en lo que estás enfrentando.” Te invito a tomar unos momentos de reflexión.
Escrito por Patricia Tamara Cofre
Salmo 91:5-6
No tengas miedo de los terrores de la noche
ni de la flecha que se lanza en el día.
No temas a la enfermedad que acecha en la oscuridad,
ni a la catástrofe que estalla al mediodía.
¿Qué es el miedo? Según el diccionario de la Real Academia Española un significado de la palabra es: angustia por un riesgo real o imaginario. Su sinónimo, temor, es la pasión del ánimo que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso. Podríamos explicarlo como una sensación que aparece cuando percibimos una amenaza y es considerado un mecanismo de supervivencia. Sin embargo, cuando el miedo es algo que nos domina, puede paralizarnos o inmovilizarnos por mucho tiempo.
La lista de detonantes de miedo puede ser interminable, el Salmo 91 señala algunas fuentes que podrían encerrar casi todos nuestros miedos. Los terrores nocturnos solían asechar nuestra niñez y despertábamos de pesadillas, aterrados sintiendo que el peligro era real. Siendo adultos se pueden traducir en desconocer lo que esconde un porvenir incierto, nos sentimos indefensos y aunque el peligro no sea real nos socaba el alma y nos paraliza. Las flechas como sinónimo de guerra, ilustran la violencia de enemigos que atacan con motivos según ellos justificados como económicos, territoriales, de poder y ¡hasta religiosos! Las guerras y violencia destruyen la paz y todo a su paso dejando traumas físicos y emocionales de por vida. Por último, la enfermedad y la muerta que atacan inmisericorde con dolor y angustia a todos por igual pero especialmente a quienes no tienen acceso a medicinas, vacunas, higiene etc. Pandemias como la que vivimos en nuestros días nos dan razones sobradas para sentir temor. Las catástrofes naturales sorprenden con enorme destrucción y víctimas fatales. El hecho que todo esto se sale de nuestro control, aumenta la incertidumbre e impotencia haciéndonos sentir temor.
Cuando el miedo es momentáneo podemos decir que es un mecanismo de defensa, sin embargo, cuando este se prolonga en la vida, paralizándonos cada vez que vivimos situaciones similares son considerados traumas, generalmente asociado a heridas emocionales profundas. Dios quiere cuidarnos y quitar nuestros miedos y esto lo hace por medio de su amor. Dice la Biblia en 1 de juan 4:18 dice que “En el amor no hay temor y el perfecto amor hecha fuera el temor.”
¿Cuán amado te sientes por Dios? ¿Podrías entregar tus temores a èl?
Escrito por Patricia Tamara Cofre