Salmo 91:1
Los que viven al amparo del Altísimo encontrarán descanso a la sombra del
Todopoderoso.
¿Qué es lo primero que viene a tu mente al leer las primeras palabras de este Salmo? ¿Tienes alguna experiencia o imagen de lo que para ti representa un amparo? ¿En qué o quiénes encuentras descanso?
Todo aquel que alguna vez ha sufrido pérdidas por guerras, desastres naturales, migraciones o aquellos que simplemente eligieron aventurarse a descubrir un nuevo mundo en vez de conservar su comodidad, conocen mejor que muchos lo que es un refugio que da amparo y descanso- porque al haberlo perdido, tuvieron que volverlo a buscar.
Así fue para mis abuelos. De pequeña me encantaba escuchar la historia de cuando llegaron por primera vez a habitar las inhóspitas tierras de Llames, Lonquimay, en plena cordillera de los Andes de Chile. Ellos recibieron del gobierno un trozo de tierra con bosques milenarios de araucarias. Al llegar no tenían casa, y su primer hogar fue el tronco ahuecado de una araucaria gigante de unos cuantos cientos de años, quizá mil. El tronco les fue de amparo ante las altas temperaturas de casi 40 grados en verano y a los nevazones de un metro o más en el invierno. Además, el piñón, su fruto que puede ser almacenado por mucho tiempo, fue un alimento nutritivo hasta su primera cosecha. La araucaria de los abuelos tenía la experiencia de cientos de años proveyendo protección y sustento para animales, aves e insectos y por tanto tenía una trayectoria más que probada para proveer vida, confianza y esperanza.
Leer este Salmo en este tiempo nos invita a pensar en dónde ha estado nuestro amparo. ¿Será que descuidadamente hemos buscado nuestra protección y seguridad en nuestro empleo, nuestra estabilidad económica, o nuestro estatus social? ¿Hemos puesto nuestra confianza en nuestra familia o círculo de amigos más que en Dios? Sin embargo, este poema nos invita a volver a centrar toda nuestra confianza en Él y recordar Su inmutable carácter. Dios quiere cuidarnos. Comparado a un árbol milenario, que entrega protección frente a las inclemencias, Dios nos ampara en tiempos extremos y sustenta en tiempos de escasez. Él es como un árbol imponente que es nido, que es casa, y castillo, un proveedor de esperanza fundada en la confianza de la permanencia y la fidelidad.
En estos tiempos de angustia, de escasez, y de incertidumbre acudamos al abrigo del Altísimo y moremos bajo la sombra del que todo lo puede porque será nuestro cuidador y fortaleza ante cualquier pérdida y el desconocido porvenir. Recordemos también, que al igual que el árbol de mis abuelos, Dios también tiene una larga trayectoria de fidelidad.
¿En qué área de tu vida te está invitando Dios a que lo conozcas más como tu protector? Aunque Dios no provocó esta pandemia, como algunos líderes cristianos lo afirman, existe una invitación para nosotros, como si Dios nos preguntará: ¿Qué falsas seguridades han sido revelados en tu vida? ¿En dónde o quién has puesto tu confianza y estás dispuesto a depositar toda tu confianza en mí?
Escrito por Patricia Tamara Cofre
Salmo 91:2
Declaro lo siguiente acerca del SEÑOR:
Solo él es mi refugio, mi lugar seguro;
Él es mi Dios y en él confío.
¿Te has sentido verdaderamente aprisionado alguna vez? Quizá alguna vez has escuchado la historia de los 33 mineros que quedaron atrapados a 720 metros bajo la tierra por 69 días.
El 5 de agosto de 2010, alrededor de las 2:30 de la tarde un derrumbe sorprendió a los mineros que trabajaban en la mina San José en el desierto de Atacama en Chile. Había mucha incertidumbre sobre su sobrevivencia. Sin embargo, la única esperanza que existía era que hubieran alcanzado a llegar al refugio que estaba dentro de la mina. Las autoridades respiraron aliviadas después de semanas de búsqueda cuando uno de los perforadores de búsqueda regresó con una nota que decía “Estamos bien, en el refugio, los 33”. Luego de otras tantas semanas el 13 de octubre, finalmente fueron rescatados y el mundo entero siguió la noticia emocionado. Según algunas normativas de diferentes países las minas deben tener refugios que posean por los menos: una construcción resistente que garantice seguridad, cada refugio debe estar a no más de 30 minutos del lugar de trabajo en la mina, amplitud para albergar a todos los trabajadores cercanos; señalización para fácil identificación y acceso; suministro de aire (oxigeno)y depuración de CO2, agua potable o formas de potabilizarla, electricidad para iluminación y baterías, alimentos no perecibles, elementos de primeros auxilios y manual para tratar lesionados.
El salmista compara a Dios con un refugio que en tiempos de desastre y desesperación nos garantiza seguridad y firmeza, está a la distancia de nuestra oración, puede albergar a todos quienes acudan a él, nos oxigena espiritualmente para aliviar nuestro sufrimiento, nos da agua de vida, ilumina nuestro camino en la incertidumbre, nos alimenta, nos da fuerzas, y cura nuestras heridas, dolor y sufrimiento.
En tiempos como los que estamos viviendo necesitamos recordar que tenemos un refugio a donde o más bien dicho a quién acudir para estar a salvo y sentirnos seguros. Dios es nuestro refugio. ¿Durante los próximos meses, cómo puedes forjar un hábito de correr hacia tu Refugio? ¿Qué versículos o símbolos puedes usar y colocar en tu casa como recordatorios o “señales” que te apunten hacia Él?
Por otro lado, nosotros como cristianos también somo llamados a ser Sus instrumentos para cuidar a otros. Nos ha equipado para ser Su cuerpo. Capaces de dolernos juntos para sobrellevar las cargas los unos de los otros, pero también para animarnos juntos y apoyarnos mutuamente cuando nos sentimos rodeados de peligro y oscuridad. ¿Podrías ser un refugio para otras personas? ¿Has tenido alguna experiencia donde Dios te ha usado para ser refugio para alguien? Piensa, ¿De qué manera puedo ser refugio para la gente que me rodea?
Escrito por Patricia Tamara Cofre