Pastoral Migrante

Linaje Real

Linaje Real

Por : Patricia Cofré

Mateo 1: 3-6

Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram.
Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón.
Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí.
Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.

En las biografías antiguas de los reyes se usaban genealogías para validar el linaje real. Los versículos anteriores son parte de la genealogía que Mateo hace de Jesús para validarlo como el rey, el mesías esperado por los israelitas. En esta reflexión previa a la navidad estos versículos llaman la atención dado que, en ellos las mencionadas son mujeres. Analicemos cada una:

Tamar, Génesis 38. Una mujer presuntamente cananea, que buscó su derecho a tener descendencia vistiéndose de prostituta. De este modo se embarazó de su suegro quien no se había ajustado a la tradición de levirato[1] y le negó el matrimonio a su hijo menor. Ella dio a luz gemelos y uno de ellos, Fares, es parte de la genealogía.

Rahab, Josué 2. Una prostituta que vivía en el muro de Jericó, que escondió en su casa a dos espías israelitas antes que Jericó fuera vencido por el pueblo de Israel. Ella creyó en Jehová de los ejércitos que protegía a Israel. Tanto ella como su familia fueron salvados en la derrota a Jericó y más tarde se casó con un israelita y fue la madre de Booz.

Rut, Libro de Rut. Una mujer viuda, moabita que decide cuidar a su suegra Noemí, una israelita también viuda, quien regresa a su país. En medio de la pobreza y desamparo, Rut recogía gavillas en el campo de Booz[2]. Este era pariente de su suegra y ésta le ayudó a casarse con él. Rut fue la madre de Obed, abuelo paterno del rey David.

La esposa de Urías, Betsabé, 2 Samuel 11. Inferimos que es hitita, por ser esposa de Urías el hitita (oficial del ejército de David). Fue llevada por el rey David al palacio, luego que la espiara bañándose. Del encuentro ella queda embarazada y David intenta desligarse de responsabilidad trayendo a Urías a la ciudad para que “embarace” a su esposa. Al negarse, fue asesinado, por orden del rey, en batalla. Betsabé tomada como esposa del rey una vez cumplido su luto. Fue la madre del rey Salomón.

Al leer esta genealogía nos parece más bien una página de prensa amarillista de la época. Primero, porque en esa época las mujeres no se consideraban en las genealogías. Segundo, todas excepto Rut estaban envueltas en situaciones consideradas escandalosas. Para culminar, todas eran extranjeras y, según sabemos, la cultura judía no se mezclaba con otras naciones por ser el pueblo escogido de Dios.

El dicho dice, “una cadena es tan fuerte como el eslabón más débil” Las mujeres serían ese eslabón en esta genealogía, consideradas vulnerables y frágiles puesto que no tenían patrimonio ni derecho económico a menos que estuvieran bajo la protección de un varón. Eran un objeto de transacción y uso, faltas de derecho y dignidad sobre su condición humana.

Detrás de ellas había una realidad de pecado, no solo porque ellas fueran pecadoras, al hacer zoom a la foto se puede observar un sistema de pecado que les hacía parecer mayores pecadoras en comparación a los varones. No solo ellas pecaban sino otros cometían pecado e injusticia contra ellas. Había una cierta persecución mayor y falta de justicia.

Por ultimo está el hecho de que eran forasteras, extranjeras “inmigrantes”. Cuatro mujeres que provienen de ciudades que representan diferentes latitudes geográficas con respecto a Israel; Canaán al oeste, Jericó al este, Moab al sureste e Hititas al norte. Representan al mundo cruzando la frontera de Israel.

Resumiendo, podríamos pensar que Mateo quiso describir una “genealogía real”, no desde el punto de vista de la realeza sino en el sentido de “realidad”. A través de la sangre de estas mujeres el Rey Mesías contiene realidad de la más pura debilidad o vulnerabilidad, de la más pura realidad pecaminosa de sus antepasados y finalmente una realidad multirracial donde sangre de diversas naciones se mezcla y conforma su sangre. Nada más “real” como la representación de esos elementos inherentes al ser humano.

El texto bajo lentes de migración:

Como países latinoamericanos estamos experimentando oleadas de migración por situaciones de violencia, económicas o persecución política. Personas dejan sus países, sus costumbres, redes afectivas, sus bienes, etc. La gran mayoría de los desplazados se moviliza porque la situación en sus países se ha vuelto insostenible. Al llegar a un nuevo país, con diferentes estructuras y costumbres, toda persona debe pasar por procesos de adaptación. Si a este proceso se le agrega que manejen pocas herramientas emocionales, por el sufrimiento que vienen cargando, pocos recursos económicos, poca o nula conectividad social, entre otras, adaptarse será muy complejo.

Esto inevitablemente les deja en un estado de debilidad y vulnerabilidad, sin derechos a los que estaban acostumbrados. En las oleadas migratorias viajan mujeres, niños, ancianos, varones desempleados que muchas veces viajan con pocos recursos. Cuando alguien se siente vulnerado en sus derechos, siente frustración, desesperación e incluso luego de tanto buscar justicia y no encontrarla, entra en un círculo vicioso de fracaso tras fracaso y, al no ver solución a esa realidad. Salen de sus países, pero al llegar a su “tierra prometida”, se ven envueltos en realidad de pobreza y falta de derechos.

En estos países donde llegan, generalmente encuentran resistencia, sospecha, falta de oportunidades y hostigamientos e incluso detalles tan simples como una barrera idiomática, eso transforma la adaptación no será solo en difícil sino casi imposible. Eso les puede hacer presas fáciles de pecado estructurales como trata de blancas, como explotación económica al recibir ingresos menores por su mano de obra. Muchas veces quizá una simple ayuda, una simple palabra que abrace su condición foránea puede significar un cambio radical, un reencuentro con su dignidad, tal como fue para Rut quien recibió de Booz condiciones que brindaron esperanza.

Conclusión

Como la genealogía de Jesús lo manifiesta en Mateo, su linaje muestra la realidad humana tan cruda, una humanidad débil y vulnerable, una humanidad caída y una humanidad compuesta de diversas razas.

Jesús pide a sus seguidores hacerse cargo de estas realidades como una misión especial. Mateo mismo en el cap 25: 35-45, señala que su juicio se basará en las acciones que hagamos en relación a los más débiles, los pobres, los sin derecho, los extranjeros…si a ellos cuidas, a mí me cuidas seria la paráfrasis del verso 45. El mismo autor en el capítulo 28 nos envía a todo el mundo a llevar la buena noticia del evangelio. Como iglesia ya no necesitamos ir, podemos predicar al mundo desde nuestro contexto.

Todos hemos sido inmigrantes o tenemos antepasados que han migrado. La sangre de Jesús también lo señalaba. Si tan solo consideráramos que tenemos mezcla de culturas en nuestra sangre, sería más fácil pensar en los inmigrantes como familia. Nadie desea que su familia sea maltratada o que se nos mire con altivez. En el contrario, si descubriéramos que al agregar al ADN humano las características únicas y diferentes de otra raza es un complemento más que una debilidad.

En la espera de una reacción a estas realidades humanas, la Navidad o la encarnación del Verbo se abre un halo de esperanza para encontrar respuestas. En El, el débil puede decir fuerte soy, él nos da esperanza en una realidad de pecado por medio de arrepentimiento, de perdón y restitución y nos da ejemplo para luchar por justicia ante el maltrato de otros. Por último, nos permite ser bienvenidos a una familia interracial donde no hay judío ni griego; ni hombre ni mujer; ni esclavo ni libre sino todos somos iguales.

Preguntas:

¿De qué manera juzgamos a las personas que conforman nuestro círculo cercano?

¿De qué manera juzgamos a quienes no conocemos?

¿Si Cristo se preocupó por las realidades mencionadas, que hacemos como Iglesia hoy?

¿Qué prejuicios tenemos hacia personas de otros países?

¿Qué pensamos de inmigrantes europeos, que llegaron a vivir a nuestro país? ¿Cómo los tratamos?

¿Qué pensamos de inmigrantes latinos? ¿Cómo los tratamos?

¿Qué hacemos como iglesias para denunciar situaciones de abuso sea a los más débiles o a forasteros?

¿Estamos dispuestos a movernos de nuestra zona de confort para ir en ayuda de otros?

[1] El levirato era una institución de amparo que consistía en que si el esposo muere sin descendencia la mujer se casa con uno de los hermanos del difunto. La descendencia era importante para el varón pero de manera significativa para la mujer ya que implicaba contar con alguien en la vejez.

[2] Según Deut. 24:19, gavillas eran dejadas para que extranjeros, huérfanos o viudas las recogieran. La costumbre se relacionaba con el mandato que Dios dio a su pueblo de proteger a los extranjeros, huérfanos y viudas.

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Pastoral Migrante

¡VENGAN TODAS LAS NACIONES!

¡VENGAN TODAS LAS NACIONES!

Por : Richard Serrano

“Por causa del Señor tu Dios, por el Santo de Israel que te ha honrado, llamarás a gente que no conocías; pueblos que nunca te conocieron correrán a ti” (Isa. 55:5, RVC).

Una invitación hecha pacto y promesa. Isaías 55 se enmarca en el anuncio de una época nueva que estaría para inaugurarse. Esa época estaría signada, entre otras cosas, por la equitativa repartición y el pleno disfrute de los bienes de la tierra. En principio, es una promesa de restauración para Israel, pero el pueblo del Señor vendría a ser apenas el instrumento usado para hacer extensivas sus bendiciones a las demás naciones de la tierra. De esta manera, en este proyecto divino las promesas hechas a David (55:3) ya no serían solo para él y su familia, ni siquiera para un solo pueblo; las promesas incluirían a todos los pueblos de la tierra. El tono del anuncio profético es de alianza. Dios establece un pacto con su pueblo, con la misma solemnidad y fidelidad con que lo hizo con David (55:3).

El mensajero asume las funciones de un pregonero ambulante (55:1-2) que, a viva voz, ofrece bienes de gran calidad y demanda. Acá viene lo impensable: todos los pueblos están invitados a venir y adquirir sus productos de balde, ¡no hay que pagar! Se detallan estas características de semejante invitación:

a) es inclusiva: “Todos ustedes…”,
b) se hace con premura: “… Los que tienen sed…; los que no tienen dinero…”,
c) se plantea con esplendidez y abundancia: “Vengan a las aguas; y ustedes, los que no tienen dinero, vengan y compren, y coman. Vengan y compren vino y leche…”,
d) es gratis: “… Sin que tengan que pagar con dinero”.
Los bienes ofertados, de alguna manera, evocan el agua y el pan del éxodo, la leche y la miel de la tierra prometida, el vino de la comida pascual y la abundancia de la vida buena que se afirma en Deuteronomio.

El pacto que encontramos en Isaías 55 hemos de verlo, pues, tanto en su sentido histórico como en su sentido teológico o escatológico. Históricamente, alude a la restauración del Israel desterrado a causa de su desobediencia o infidelidad (1 Sam. 8:1-20), el cual tenía que volverse al Señor para su repatriación (Jer. 31:1-4). Teológicamente, las promesas que acompañan la restauración y el retorno sirven de anticipo al tiempo de gracia para todos que encuentra su cumplimiento pleno en Jesús, el Mesías de Dios. El trato de Dios a Israel nos ilustra hoy su trato en Cristo para todos los que respondan positivamente a su invitación.

Una invitación puesta en contexto de actualidad. Esta invitación no se hace hoy en el vacío. Puede y debe ser vista en medio de situaciones reales. Dios sigue llamando, por medio de su pueblo, a individuos, familias, pueblos y naciones que lidian con circunstancias concretas de apremio. ¿Cómo se traduciría esta invitación del Señor para las personas que, por razones diversas, voluntaria o forzadamente, dejan sus tierras en busca de mejores condiciones de vida para ellos y para sus seres queridos? En nuestra región, la migración figura entre los principales temas de interés y controversia social. El caso venezolano, y más recientemente el centroamericano, así lo evidencian. ¿Desde dónde nos acercaremos a estas realidades tan complejas? Intentemos una mirada desde Isaías 55:1-7.

Lo primero, cuando pensamos en migración o movilidad humana, sin quererlo, despersonalizamos nuestro abordaje. Lo reducimos al fenómeno social, al tema de estudio o discusión, al hecho noticioso o anecdótico, en fin, que lo es. Pero es más que eso. Deberíamos ponerle rostro de gente de carne y hueso. Así, no solo es importante la cuestión de la “migración”, sino responder a lo que viven y requieren los “migrantes”. Son personas con necesidades integrales. Tienen rostros e historias como las nuestras. Isaías se dirige a personas que padecen sed, experimentan hambre y cansancio, carecen de condiciones mínimas para suplir sus necesidades fundamentales. Pero no solo eso, son personas que en su afán de resolver sus apremios físicos y materiales muchas veces pierden de vista otras necesidades tan o más importantes como las que les presiona: “¿Por qué gastan su dinero en lo que no alimenta, y su sueldo en lo que no les sacia? Escúchenme bien, y coman lo que es bueno; deléitense con la mejor comida” (55:2). La pregunta del mensajero evoca el llamado de atención de Jesús a la multitud que le seguía con intereses difusos: “Trabajen, pero no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el Hijo del Hombre les dará; porque a éste señaló Dios el Padre” (Juan 6:27). Con todo, resulta notable que a ninguno privó Jesús del alimento necesario.

Segundo, ya lo hemos asomado, la invitación es inclusiva y humana. Se basa en las necesidades humanas, no en las posibilidades sociales, materiales o económicas financieras. Es como si dijera: “Si son seres humanos con necesidades, ¡bienvenidos!” No importa su gentilicio, color de piel, estrato social, ni su poder adquisitivo. En principio, basta con que sean humanos con necesidades reales. En una sociedad como la nuestra, obsesionada con la productividad, que toma decisiones en función del capital y los títulos, es fácil terminar “cosificando” a las personas. Tristemente, nuestra cultura parece dada a la lógica de amar las cosas y usar a las personas, en lugar de, siguiendo el modelo de Jesús, amar a las personas y usar o administrar las cosas. Así, pues, es comprensible que los migrantes que tienen dinero para gastar incomodan menos o definitivamente no molestan; los que tienen cualificaciones o prestigio son reconocidos y bienvenidos.

Tercero, Isaías nos desafía a abrir las puertas, las manos y el corazón a otros, conocidos o no, parecidos o no. “Por causa del Señor tu Dios, por el Santo de Israel que te ha honrado, llamarás a gente que no conocías; pueblos que nunca te conocieron correrán a ti” (55:5). Nuestra tendencia es preferir a los que son como nosotros. Los que tienen otro color, otra fisionomía, otro acento, vienen de otro lugar, son distintos, nos generan sospecha, nos incomodan. Es curioso que un judío promedio aceptaba como prójimo solo a otro judío como él; para ello, judío y todo, incluso, debía contar con ciertas características rituales y de conducta. Nuestra cultura, abierta o veladamente, nos tienta a mirar al otro como “amenaza” o “peligro”. Hay que cuidarse de los “otros”. “Ellos” son muchos. “Nosotros” somos del lugar, mejores, con derechos y mucho para cuidar. La mayoría de las veces el otro no hace sino revelar nuestros miedos, complejos, encierros y mezquindades. Vale acá la exhortación del Señor a su pueblo: “No engañarás ni maltratarás al extranjero, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. No afligirás a las viudas ni a los huérfanos. Si llegas a afligirlos, y ellos me piden ayuda, yo atenderé su clamor” (Éxo. 22:21-23). Y, con más razón, conviene la de Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Éste es el primero y más importante mandamiento. Y el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:37-39).

Cuarto, el pueblo de Dios es responsable de anunciar y demostrar su amor a todos. Todo lo que se promete en este pasaje de Isaías se fundamenta en el Señor: “Por causa del Señor tu Dios…” (55:5). El móvil principal de todo lo que haga el pueblo de Dios tiene que ser el amor de Dios y su demostración suprema está en Jesús. Corresponde al pueblo de Dios, a los seguidores de Jesús, reflejar ese amor a los que hoy se llegan a nosotros. Se nos da la oportunidad para compartirles el Evangelio de Jesús y demostrarles con hechos que en él hay buenas noticias para esta vida y para la venidera: “Inclinen su oído, y vengan a mí; escuchen y vivirán. Yo haré con ustedes un pacto eterno…” (55:3). En ocasiones, oramos porque personas de otras naciones sepan de la vida abundante en Jesús (Juan 10:10), y luego cuando vienen a nosotros solemos mirarles solo con los lentes de las leyes o al fragor del pulso de las discusiones o noticias, que son lecturas que hay que dar; pero no los miramos con lentes de la fe y el amor cristiano. Si no somos nosotros, ¿quién más les mirará conforme a los ojos, el corazón y los planes de Dios?

Una respuesta para que haya “conversión”.  La invitación de Isaías no se trata de meras promesas sin compromisos. Dice: “Escúchenme bien…”. Esta es la demanda de oír con la disposición de obedecer al Señor. Y el llamado a la obediencia es a todos, lo que implica volverse a Dios, “conversión”: “Busquen al Señor mientras pueda ser hallado; llámenlo mientras se encuentre cerca. ¡Que dejen los impíos su camino, y los malvados sus malos pensamientos! ¡Que se vuelvan al Señor, nuestro Dios, y él tendrá misericordia de ellos, pues él sabe perdonar con generosidad!” (55:6-7). Pero no nos llamemos a engaño pensando que la conversación es solo para los “otros” y no para “nos-otros”. ¿No es este, acaso, un llamamiento a nuestras propias conversiones? ¿De qué pensamientos y actitudes tendremos que convertirnos como sociedad al no responder a otros y sus circunstancias como lo hizo o haría Jesús? ¿Recordamos el llamado de 2 Crónicas 7:14?: “… Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”. Siempre parece más fácil mirar la paja en el ojo de los “otros” que sacar la viga de los ojos de “nos-otros”.

Algunas preguntas que orienten nuestra reflexión y acción:

  • ¿Con qué “lentes” miramos lo migratorio y a los migrantes?
  • ¿En qué sentido la invitación de Dios en Cristo es también para ellos?
  • ¿Qué tan dispuestos estamos a compartir las bondades de esta tierra con otros seres humanos en apremio?
  • ¿Por qué se tiende a mirar al otro, a todos, solo como amenazas?
  • ¿De qué maneras podemos y debemos anunciar y demostrar el evangelio a los que dejan sus tierras por razones variadas y complejas?
  • ¿Qué posibilidades tenemos, como cristianos y como iglesias, al tener que tratar con personas que no conocíamos y responder a personas que corren a nosotros?
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Devocionales

Estudio de salmo 91:16

Salmo 91:16

Los recompensaré con una larga vida
y les daré mi salvación

Junto con mi iglesia, hemos hecho el continuo esfuerzo de hacer llegar provisión a los hermanos más vulnerables de la congregación. Nos hemos encontrado con diferentes situaciones difíciles. Aquellos que viven al día que no han podido trabajar, hermanos de la tercera edad propensos a muchas enfermedades y familias numerosas para quienes es complicada la repartición de alimento. Pero una de las cosas más frustrantes, ha sido no encontrar los medios para proveer a tantas necesidades. Y ante sentirme inútil e impotente, recientemente Dios trajo un recordatorio importante de su fidelidad. Sí, veo que estos momentos cuando mi pobreza se hace presente, son oportunidades para confiar en lo que no se ve, y observar a Dios obrar de maneras sorprendentes. Es cuando encuentro mi límite que puedo aferrarme a las promesas de aquél que es sin límites y que en este momento solo me dice: “Los recompensaré con larga vida, y les daré mi salvación.”

Es importante ver estas promesas- de recompensas, larga vida, y salvación- bajo el contexto de que la esperanza del futuro con Jesús son para esta vida y la vida eterna. Es decir, no sabemos si podremos ver ciertas promesas manifestadas en su totalidad por ahora, pero sí podemos saber con certeza que las veremos. Estas promesas nos hablan del carácter de un Dios atento a nuestro clamor, amoroso, y fiel. Él cumplirá, y por eso podemos confiarle. Ya sea que lo cumpla en nuestras vidas como en la de Job (recibiendo restituciones físicas), o quizás como a los apóstoles que sacrificando todo por Jesús acumularon para si un mayor tesoro celestial. Pero en ambos casos su fé estaba firme en que Dios hacia lo mejor para sus hijos y cumpliría cada promesa.

Bajo ese sentir, recientemente experimenté un recordatorio de su fidelidad, ya que al verme en la impotencia de no poder brindar provisión a los hermanos, recibimos la generosa ayuda de un grupo de hermanos del extranjero. Ellos, por iniciativa propia y sin conocernos, decidieron dar al saber de la situación difícil que estamos atravesando. Para mí fue precioso ver cómo fueron movidos a misericordia, mostrándonos lo que es ser iglesia, lo que es ser cuerpo, lo que es estar unidos por el vínculo más sólido e imperecedero, el de Cristo. Gloria a Dios porque el mueve a quien quiere y como quiere para ayudar a sus santos, para alimentar a sus hijos, para decirnos con estos tiernos gestos que está aquí, que no nos ha abandonado en medio del dolor. Que está, siempre ha estado y siempre estará bajo control.  .

¿Cuáles promesas de Dios necesitas recordar tu en tu vida hoy? ¿Cómo puedes leerlas, anhelarlas, llorar y descansar en ellas por lo que estás atravesando? ¿De qué manera has podido percibir la presencia de Dios contigo esta semana? Te invito a tomar todas las promesas de este salmo, y junto con el Espíritu Santo busca aceptarla en tu vida. Trata de conscientemente dejarte llenar por la protección de paz y  amor que tu Dios fiel te ofrece.

Escrito por Patricia Tamara Cofre

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Devocionales

Estudio de salmo 91:15

Salmo 91:15

Cuando me llamen, yo les responderé;
estaré con ellos en medio de las dificultades. Los rescataré y los honraré.

Era de madrugada, cuando de repente se despertó, adolorido, asustado y con un instrumento médico dentro de su garganta que le apretaba fuertemente.  Quiso sacárselo a la fuerza pero alguien lo impidió, lo calmo, quitó su dolor con alguna medicina y luego aquel joven pudo descansar bien esa noche. Después de algunos días, este paciente fue dado de alta del hospital y cuando le contaron toda la historia de ese día recuerda con profundo cariño y respeto a aquel médico desconocido que estuvo junto a él, que lo libró del dolor y de la desesperación y finalmente lo curó. Por un accidente que casi le cuesta la vida, ese muchacho llegó a conocer a aquel “héroe” que no descanso sino estuvo cuidando de él todo ese tiempo.

Si bien esta historia de aquel paciente joven se puede repetir una y otra vez en diferentes situaciones y contextos, la vida nos da la oportunidad de conocer a aquellos diferentes héroes íntegros de carne y hueso, y que en algunas ocasiones incluso llegan a dar su vida por otros en cumplimiento de su deber. ¿Has pensado en Jesús cómo un héroe de esa manera? Cuan más grande es el amor de Dios por sus hijos, y Él jamás podrá retractarse de su palabra y de su promesa. Podemos estar totalmente seguros que cuando le llamemos, Él siempre estará ahí sin importar día ni hora, por cualquier situación que estemos enfrentando Dios nos escuchara y más aún nos responderá.

A pesar de que en ocasiones sentimos que solo podemos percibir su silencio como respuesta; no nos desanimemos, que aquel buen Dios está pronto a ayudarnos y a librarnos de nuestras angustias. No sabemos cómo, pero Dios siempre cumple su promesa.  Alguien dijo alguna vez, “Lo mejor no es conocer la respuesta, sino conocer a Dios.” Si lo conocemos de esa manera profunda, sincera y simple Dios se manifestará en nuestras vidas. Y no solo que nos libra, dice su promesa, ¡sino que nos glorifica! En otras palabras, nos eleva y nos reconoce como sus hijos. El libro de Hebreos dice: “Sin fe no es posible agradar a Dios…” Con lo único, pero lo más importante, que contamos se llama fe.

¿Qué testimonios puedes dar sobre su amor, su compasión y su perdón en tu propia vida o de tu familia? Toma un momento y agradécele por eso declarándole que Él jamás te ha fallado hasta ahora. Dile a tu alma “lo he buscado y me ha respondido.” ¿Puedes abrazar esa verdad y creer que Dios siempre está contigo?  Ciertamente Dios es para nosotros como un héroe; aquel “héroe” que nunca descansa.

Escrito por Patricia Tamara Cofre

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Estudio de salmo 91:14

Salmo 91:14

El Señor dice: “Rescataré a los que me aman;
protegeré a los que confían en mi nombre.”

Isaac, uno de los seis mineros atrapados desde hacía ya catorce días, tomó lo que sintió era su última bocanada de aire y gritó con todas sus fuerzas. Sus colegas perseguían en silencio el rastro del bramido atravesando los 500 metros que los separaban de la superficie, con la esperanza de que esta vez alguien los escuchara. Pero no hubo respuesta. Isaac y sus amigos se acomodaron para dormir en la estrechez que les salvó la vida, abrigados solo por el espíritu de solidaridad que los animaba. Al día siguiente se repartieron las últimas raciones de alimento, y al otro sorbieron las últimas gotas de agua. Al tercer día, la complicidad de cruzar juntos el portal de su destino, los hermanaba aún más. De pronto, el sonido de un taladro que se abrió lugar cerca de ellos, rompió el silencio de la resignación y abrió el camino de la esperanza. 24 horas después, todos los mineros estaban a salvo en la superficie. Mientras Isaac y sus amigos abrazaban a sus familiares, uno de los rescatistas dijo a la prensa que tres días antes se habia dado la orden de cancelar las labores de rescate, pero justo antes de comenzar a retirar la maquinaria, el equipo registró las ondas de lo que parecía ser un grito proveniente de algún lugar a 500 metros de profundidad y se retomaron las acciones con mucha más diligencia. Luego se supo que las ondas que el equipo captó, fueron del grito que Isaac exclamó con todas sus fuerzas.

Como Isaac, muchos hemos gritado desde las profundidades más insondables de nuestra existencia, desde el fondo al que alguna desavencia nos ha empujado, sepultando nuestras esperanzas y ahogando nuestra fe. Pero desde ahí, desde el lugar de nuestra sepultura, podemos intentar una vez más gritar, llamar sin darnos por vencido, porque hay quien dice: “Cuando me llames, yo responderé y estaré contigo en la angustia”. Es cierto, cuando estamos en el fondo del abismo, gritar podría parecer inútil, pero no lo fue para Isaac, y no lo es para nosotros. Clamar a viva voz en medio del dolor, es romper el silencio, como el Cristo de la cruz clamó desde la cruz: ¡Dios mío!, ¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? No porque había perdido la fe en su Padre, sino, porque es precisamente ahí, en el dolor, donde la fe legítima grita y clama, porque sabe que su clamor encontrará respuesta, y que su Salvador “lo rescatará y lo protegerá”. Y así como la bendición del clamor de Jesús tocó muchísimas vidas, el clamor de Isaac también rescató la vida de sus compañeros. No olvidemos que como hijos de Dios, también somo intercesores, y cuando decidimos clamar a él, la bendición que recibimos es para también bendecir a los demás.

Te invito a tomar un momento de reflexión y permitirte identificar aquello que tu alma anhela. ¿Qué cosas gritan dentro de ti que necesitas expresarle a tu Dios? ¿Clamas por paz, salud, seguridad, provisión económica? Te animo a que también extiendas tu clamor a interceder por tu familia, tu comunidad, tu ciudad, tu país, y por algún otro lado del mundo. Solo Dios nos rescatará y protegerá.

Escrito por José L. Verdi

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Estudio de salmo 91:13

Salmo 91:13

Pisotearás leones y cobras;
¡aplastarás feroces leones y serpientes bajo tus pies!

Este texto es enigmático donde se plantea que la persona que es protegida por Dios tendrá el poder de aplastar a fieras, y serpientes y también a los leones y víboras. Cuando se escribió este salmo encontrarse con ese tipo de animales salvajes parece que era bastante común, se vivía en esas sociedades y la seguridad personal dependía de la valentía y la fortaleza personal.  Los tiempos han cambiado y hoy, siendo que el ochenta por ciento de la población mundial vive en ciudades, las “fieras y las víboras” en nuestras vidas son otras. Las amenazas que nos presenta la ciudad son diferentes, pero también reconocemos que vivir en ciudades tiene muchas ventajas. Los citadinos quizás hoy para conocer un león o una serpiente tenemos que ir a un zoológico o verlo a través de un video.

Recuerdo la primera vez que vi un león y algunas serpientes, y fue en el antiguo zoológico de Santiago de Chile que se encontraba en el cerro San Cristóbal de la capital. Me causo una impresión fuerte y di gracias que estaba enjaulado.  Y las serpientes también me causaron temor, enrolladas en algunas ramas y sacando su lengua.  No son animales que uno quisiera tener de encontrarse o enfrentar.

Hoy en día, muchos confían en la policía para que de alguna manera los protejan de los asaltantes en la ciudad.  Pero, ¿quién nos puede librar y proteger de la envidia, la ira, los deseo o apegos descontrolados, y otras fieras que merodean en nuestra mente? Los amigos budistas han trabajado mucho estos aspectos y han aportado bastante al tema.  Pero creo que en la Biblia y en especial en los evangelios, Jesús con su vida y sus palabras nos enseña mucho al respecto. De alguna manera el control que tengamos de nuestra mente es clave para la vida cotidiana y para poder tener paz y reflejar esa armonía con Dios, las demás personas, con nosotros mismos y con la creación.  La meditación, la oración y la reflexión son herramientas que nos ayudan en esta tarea, lo que los maestros de espiritualidad llaman la vida contemplativa.  Es algo que debemos recuperar hoy con urgencia los que vivimos en grandes ciudades.

¿Cuáles son esas fieras en tu vida? Nombra dos o trés específicamente. ¿Deseas que Dios te empodere para derrotarlas? ¿Puedes imaginar cómo sería tu vida si tú, por el poder de Dios en ti, dominaras a estas amenazas en vez de que ellas te dominen a ti? Te invito a escoger UNA disciplina contemplativa (meditación, oración intensional, reflexión de textos bíblicos, o memorización de la Biblia) que quisieras practicar para combatir alguna de esas áreas.

Para terminar, ora a Dios pidiéndole que te guíe en cómo aplicar esta disciplina. Después, te animo a crear una estrategia simple y practica para implementar esta semana (por ejemplo, memorizaré un versículo para combatir mi ansiedad y lo repetiré cada mañana al comenzar el día). ¿Ya lo tienes? Compártelo con un amigo o familiar.

Escrito por Patricia Tamara Cofre

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Devocionales

Estudio de salmo 91:12

Salmo 91:12

Te sostendrán con sus manos
para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra.

Este Salmo 91 es recurrente para los períodos de crisis ya sea familiar, de la naturaleza o sanitaria.  Se lee casi completo justamente para infundir ánimo, esperanza y consuelo.

La imagen de este versículo me trae recuerdos de mi infancia cuando me caía y llegaba a mi nariz el olor de la tierra y el dolor en mis rodillas que sangraban por algunos minutos.  Ahí siempre deseaba que alguien estuviera para recurrir en mi ayuda.  Y eso ocurría, o era mi mamá, mi papá o mi hermano mayor.  Quizás en eso estaba pensando el salmista al escribir esta poesía que se ha transformado en una oración. Así como uno quiere tener a alguien que lo proteja y lo ayude en momentos difíciles, así el salmista crea varias imágenes de seres vivos o creados que brindan protección y ayuda. Cuando uno se cae o se tropieza necesita una mano que lo levante o lo ayude para no caer. ¿Dónde están esas manos hoy?, ¿Con qué tropezamos hoy?, ¿Cuáles son las piedras que se interponen en nuestro camino y en el camino de la Iglesia?

Hoy como ayer necesitamos esa mano que nos levante ante los nuevos desafíos que nos hacen tropezar y caer.  Uno de ellos puede ser la mala interpretación que se hace de la Biblia. Otra puede ser la mala interpretación que hacemos de la realidad. También las desilusiones que se producen en la vida cristiana con líderes, pastores y misioneros. O la poca pertinencia y relevancia que tiene la Iglesia justamente en las crisis. Pero a pesar de todas estas posibles caídas o tropiezos, los cristianos confían que la mano de Dios los sostiene ante estas situaciones y eso se manifiesta a través de las manos concretas de las personas que conforman las iglesias, u otras manos y brazos de personas que Dios usa para sostenernos y no caer en las vicisitudes de la vida. A esto apela el cristiano pidiendo la ayuda de Dios y confiando en él que será sostenido por sus manos poderosas de no caer y así sentirse protegido con su poder que se manifiesta en las tareas cotidianas.

¿Cómo has experimentado la mano de Dios apoyándote esta semana? Toma un minuto y agradece por las personas que Dios usó para hacerte sentir esa ayuda. ¿Cómo puedes tú ser de apoyo y ayuda a otros? Te invito a tomar unos minutos ahora mismo, y dialogar con Dios sobre ideas o cargas que él te ha puesto que vienen a tu mente y corazón. ¿De qué forma práctica puedes extender tu mano a tu prójimo hoy?

Escrito por Patricia Tamara Cofre

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Devocionales

Estudio de salmo 91:10

Salmo 91:10

ningún mal te conquistará;
ninguna plaga se acercará a tu hogar.

¿Quién pudiera ser inmune a los problemas y las enfermedades?

Hoy por hoy China, EE. UU. e incluso el Reino Unido han anunciado grandes y fuertes investigaciones para encontrar la vacuna al virus conocido como COVID-19. Si alguno de estos equipos científicos tuviera éxito sería el descubrimiento científico más grande y útil de los últimos tiempos.

Según la Organización Mundial de la Salud se entiende por vacuna “cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos.”  Dicho en otras palabras, la vacuna es la preparación de un virus atenuado o leve que se introduce a nuestro cuerpo y actúa en nuestro sistema inmunológico provocando que el propio sistema genere defensas para que ataque a este virus y lo derrote. La vacuna es entonces la capacitación a las defensas de nuestro sistema inmunológico con una estrategia para atacar el virus si es que se presenta en el cuerpo de una persona.

En estos días de conmoción, miedo y desolación por la presencia de una pandemia global que azota a la humanidad, todo esto ha provocado que busquemos en la biblia una esperanza de inmunidad al COVID-19, sin embargo sería engañoso creer que los hijos e hijas de Dios somos inmunes y que la plaga no entrará en nuestras moradas; la realidad es que no es tan sencillo.

¿Entonces cómo interpretar este versículo? La palabra plaga se nombra 68 veces en la Biblia, 60 en el antiguo testamento y 8 en el nuevo testamento, lo cual ya nos da una clave de esperanza que descansa en la presencia de Cristo en la humanidad. Los inmunes serán entonces quienes estuvieron capacitados y supieron tener estrategias para derrotar la plaga. ¿Estamos capacitándonos sobre el manejo adecuado de una pandemia? ¿Estamos siendo estratégicos para derrotar este virus? Preguntas que debemos hacernos de forma individual, familiar y colectiva.

La esperanza de inmunidad si existe hoy, pero radica en la disciplina de las medidas sanitarias que los organismos autorizados están dando, en ser estratégicos en ayudar a los desprotegidos y necesitados de esta pandemia, es cuidar espiritualmente de nuestras comunidades, sin descuidar de nuestro autocuidado, ser sal y luz.

El COVID-19 está obligando a los cristianos del mundo, a Su iglesia, a ser las defensas y ganar esta lucha contra este virus.

¿Quieres ser inmune y transmitir inmunidad? ¿Cómo te estás capacitando? ¿Cómo estas capacitando a otros?

Escrito por Mayra Soria

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Devocionales

Estudio de salmo 91:9

Salmo 91:9

Si haces al Señor tu refugio
y al Altísimo tu resguardo.

La porción bíblica traída para la reflexión de hoy llama a Dios por un nombre sagrado Dios Altísimo (Elyón –  עליון) que viene del hebreo cuyo significado describe una de la características de Dios.

¿Cómo podemos entender a Dios Altísimo en medio del temor?

Creo que todos podemos recordar cuando fuimos niños y niñas, travesuras que a la luz de nuestros años quizá ya no podrían ser tan graves, pero que en el momento en que lo cometimos, pensamos que era nuestro fin.

Yo podría hablar de algunas travesuras propias y de mis hermanos en donde tuve que correr y esconderme por miedo al castigo, esas memorias pueriles me hacen recordar el terror al castigo de mi padre un hombre bueno pero muy rígido al que no se le podía explicar nada y que creía que el castigo físico era el método más eficaz de corrección.

Aunque era muy pequeña e inocente sabia dos cosas muy claramente sin que nadie me las hubiera enseñado:  Uno, que los adornos que rompí eran costosos y que la furia de mi padre iba a caerme encima; pero en la misma fracción de segundos que articulé ese pensamiento, mi cerebro y corazón elaboraron la esperanza de protección que en esos años era la casa de mi abuelo paterno quien vivía junto a nosotros y a donde corrí inmediatamente a refugiarme.

Sabía que mi papá tenía el poder de reprenderme y muy fuertemente pero también sabía que por encima de mi papá existía una autoridad más grande que era mi abuelo Julito, a quien él también respetaba. Mi abuelo siempre nos protegía, nos mimaba con golosinas y yo sabía a mi corta edad que él no iba a dejar que ni mi madre o padre pudieran aplicar sus correcciones, al menos no en su presencia.

Lo que fue perceptible para mi cuando era niña, está presente también en nuestro ADN espiritual. Reconocemos que los problemas, las tribulaciones que estamos viviendo son graves y sobrepasan nuestras capacidades, pero inmediatamente buscamos el refugio de esperanza que nos protege con autoridad y poder, nuestro Señor.

Si lo que hoy vivimos nos llena de terror y temor refugiémonos en el que tiene el poder y la autoridad, nuestro Abba nuestro Papito Dios.

¿Tienes hoy temor? ¿Cómo podrías de forma práctica correr al Altísimo en esos momentos de angustia? ¿Cómo puedes apuntar a otros hacia ese refugio?

Escrito por Mayra Soria Escobar

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Devocionales

Estudio de salmo 91:7 – 91:8

Salmo 91:7

Aunque caigan mil a tu lado,
aunque mueran diez mil a tu alrededor,
esos males no te tocarán.

¿Cómo sería tener una vida sin amenazas? ¿Cómo sería una vida sin enemigos? ¿Cómo sería si simplemente pensáramos como un niño que se siente amado, protegido y confiado?

Leyendo este versículo del Salmo 91 con mi hijo de 11 años, me llevé una gran lección. El es hijo único, con buena salud, y- debo admitir- cuenta con un par de padres sobreprotectores que parecen siempre estar encima cuidando que nada le pase. Terminamos de leer este versículo y le pregunté, ¿Qué piensas o que sientes tú con este versículo? Yo esperaba una respuesta parecida a la mía. Algo así como, Siento orgullo porque los “otros”, los “malos” sufrirán y yo no porque soy elegido, porque yo soy bueno. Pero grande fue mi sorpresa cuando él me respondió – me causa tristeza. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Triste porque a ti no te pasó nada? Y me lo explicó –mamá lo que pasa es que si caen mil o diez mil personas alrededor mío es triste, debe haber muchas familias llorando por las muertes, o sufriendo por la enfermedad o lo que sea que les afectó. Ahí lo pude ver… ¡Cuánta misericordia! Sentir el dolor de los que sufren sin importar si son “malos” o si son mi amenaza, es humanizarme al tal punto de descubrir que “los otros” tienen emociones, sufrimiento y dolor igual que yo, que son creados a imagen de Dios igual que nosotros. Pero claro, somos seres humanos caídos, nuestras relaciones están rotas, sentimos amenazas de los demás, y en nuestras mentes los hacemos nuestros enemigos. Comenzamos a concluir que simplemente son malos y merecen lo que les pasa si algo malo les sucedió. Mirando desde la óptica de la misericordia no es así. Si yo no sufro no es porque soy mejor que ellos, es simplemente porque la gracia de Dios lo permitió así. Solamente podemos sentir ese tipo de amor cuando somos llenos de amor, cuando vemos a nuestro Dios que nos protege y cuando estamos confiados que todo lo que el haga será para acercarnos más a él. En Romanos 12:2 Dios nos pide que busquemos cambiar nuestra manera de pensar para conocer lo que Dios quiere para la humanidad. Si al ver el sufrimiento de otros nos dolemos, podemos decir que tenemos algo de la mente de Dios en nosotros.

Cuando vemos en las noticias o cerca de nosotros a tantas personas sufriendo por lo que esta sucediendo, ¿tenemos misericordia y sufrimos con su dolor? ¿O simplemente nos decimos a nosotros mismos que por su maldad están sufriendo lo que sufren? Que nos ayude Dios a ser transformados cada día para tener su mente y mirar con sus lentes, desde Su corazón.

Escrito por Patricia Tamara Cofre

Salmo 91:8

Simplemente abre tus ojos
y mira cómo los perversos reciben su merecido.

Adaptado de los “12 Pasos Importantes Para Transformar tu Vida” de Janet Pérez

En los tiempos que vivimos, hemos sido testigos que el encuentro de la muerte es tanto con pobres como con ricos. El rico morirá en un lecho rodeado de comodidad y confort; mientras que el pobre lo hará en una humilde y sencilla cama. Pero al final, la muerte habrá llegado a ambos. Reflexionar sobre la “recompensa de los impíos,” es decir la muerte, debe reestructurar nuestra manera de pensar. Recordemos que la Biblia declara que todos somos impíos delante de Dios porque todos hemos pecado contra él; y que solo por Cristo podemos tener, como el salmista, la certeza y paz de ser llamados hijos perdonados. Por el sacrificio de Jesús ya no somos impíos sino herederos y Su cuerpo en esta tierra.

Debemos darnos cuenta de dónde venimos. Quienes éramos antes de Cristo y lo que eso implicaba ante el riesgo de la muerte. Despertemos a la realdad que somos Su iglesia, y que con ese regalo también nos dio importante responsabilidad. Te invito hoy, a reflexionar en el importante rol que tenemos como iglesia en estos tiempos críticos; que, como señala el versículo, al ser testigos de las asechanzas de la muerte ante los que aún son impíos, que no nos quedemos indiferentes.  Te invito a tomar este momento para solamente ver esta pandemia como una invitación a re-pensar en cómo no volver a ser los mismos, para que experimentemos un nuevo renacer como iglesia y como cristianos.

Te animo a leer detenidamente los siguientes 12 pequeños pasos reflexionando en cómo renovar nuestro pensamiento, y reevaluar nuestra actitud para experimentar una nueva conexión con Dios.

  1. En lugar de preocuparnos por el mañana, caminemos en Su Palabra hoy compartiéndola con los demás
  2. No le pidamos a Dios que elimine nuestro miedo, sino que remueva nuestra duda de que Él lo hará. Seamos sembradores de esperanza.
  3. No sucumbimos a la autocompasión; lo entregamos todo a Dios y vemos las necesidades de otros.
  4. No nos preocupamos por el éxito de nuestro negocio; hacemos nuestro negocio para agradecerle por lo que Él está haciendo y para ser de bendición en nuestras comunidades.
  5. En lugar de pedirle que sane nuestra soledad, nos acatamos a la verdad de que Dios es suficiente.
  6. No nos lamentamos por los errores de ayer, sino que estamos conformes con las bendiciones de hoy.
  7. En lugar de temblar cuando nuestro bote se está hundiendo, hacemos que Dios sea el ancla de nuestra alma. Apuntamos a los demás a conocerlo como su Roca.
  8. Cuando las respuestas no llegan, vamos al pie de la cruz y dejamos nuestros problemas allí. Damos testimonio de su bondad en abundancia como en escasez.
  9. En lugar de desear la abundancia en nuestra cuenta bancaria, tenemos en cuenta las riquezas que Él derramó.
  10. No elegimos nuestras batallas; se las entregamos todas al Señor.
  11. En lugar de pedir éxito, tenemos éxito en confiar en Dios primero.
  12. Y finalmente, cuando Dios parece estar callado, callamos las distracciones para poder escuchar el susurro de Su voz.

Que Dios cambie nuestros corazones para responder con Su corazón ante nuestro mundo quebrado y dolido. ¿Cómo puedes vivir tu papel como iglesia en este tiempo donde la muerte acecha?

Escrito por Darío Torres

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